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lunes, 4 de julio de 2011

HABLANDO DEL SR. RATO Y BANKIA

Bankia, el grupo financiero liderado por Caja Madrid y Bancaja, dejará de cobrar comisiones de mantenimiento de las cuentas a partir del 13 de agosto si el saldo medio supera los 2.000 euros, aunque si no alcanza este importe la comisión ascenderá a dos euros al mes, lo que supone 24 euros anuales.

Pregunta: ¿qué español medio, con los sueldos y el paro de hoy en día, puede mantener un saldo medio mensual de 2000 euros?

Asimismo, a partir del próximo mes de agosto la libreta de ahorro ordinario pasa a denominarse libreta fácil, mientras que la cuota por disponer de dinero con la tarjeta de débito será como mínimo de un euro en cajeros servired y de 3,5 euros en cajeros ajenos a la red. En los más de 7.700 cajeros del grupo la retirada de efectivo será gratuita. ¡Solo faltaba!

Por el contrario, la cuota se eleva si se utiliza la tarjeta de crédito, ya que será de 3 euros en cajeros de Bankia y de 4 euros en cajeros Servired y en el resto de los cajeros ajenos a la red. Las consultas son gratuitas con las tarjetas de débito y crédito en los cajeros del grupo y de 0,75 euros en el resto de cajeros.

Y con los tiempos que corren se pone un salario de 196.OOO Euros, más otras gratificaciones anuales de más de tres millones de euros. Más bonus, claro. Es que es un "iluminado".

Y ello en un banco que nace con ayudas públicas.

UNA ENTREVISTA MUY INTERESANTE

HE AQUÍ UNA MUY INTERESANTE ENTREVISTA APARECIDA EN LA PRENSA ESTA SEMANA PASADA

Donald C. Hambrick: "Los altos ejecutivos son hoy más individualistas y narcisistas"

"La aportación a la sociedad queda relegada, valoran sobre todo el dinero", dice el profesor de la Universidad Estatal de Pensilvania | "Además de cobrar por beneficios, se debería penalizar si se cometen errores" La Vanguardia 3 julio 2011

El perfil que traza el profesor Donald C. Hambrick (Universidad Estatal de Pensilvania) de los altos ejecutivos de hoy en día no es precisamente halagador. Sobre la pérdida de algunos valores en la empresa ha reflexionada esta semana en un foro organizado por Iese y la Fundación BBVA.

Usted observa, o más bien denuncia, un cambio contundente en las características de los altos directivos.

Hay estudiosos que consideran que son las nuevas reglas de juego en las compañías las que han dado lugar a un cambio en la forma de comportarse de los directivos debido, sobre todo, a una falta de confianza mutua. Mi análisis va más allá, ya que observo que en los últimos treinta años no es sólo que los altos ejecutivos han modificado su actitud sino que sus valores también son diferentes a los de sus predecesores en los años sesenta y setenta. Hoy son más individualistas y narcisistas.

¿Quiere decir que el servicio a la empresa no es su prioridad?

Valoran la autonomía individual y se preocupan sobre todo por su situación personal. Esto supone que el valor del grupo, de lo colectivo, y la aportación a la sociedad quedan en un segundo plano. También difieren de sus predecesores en que son más materialistas, piensan mucho más en el dinero.

¿No es excesivo tacharlos de narcisistas?

Realmente, creo que son mucho más narcisistas. La cultura del éxito, de las apariencias, de las grandes retribuciones ha producido que las personas narcisistas quieran ser altos ejecutivos. El individualismo, el narcisismo son rasgos que encajan cuando uno tiene 25 años. Quiero decir que uno no se convierte en narcisista trabajando como directivo, sino que son las personas con estos rasgos las que se sienten atraídas por la profesión.

¿Y por qué cree que se ha producido esta evolución?

Es una combinación de los cambios que ha habido en las retribuciones y en la situación laboral. Las retribuciones son más altas, especialmente con las stock options, lo que les ha permitido ganar muchísimo dinero. Esto no sucedía hace treinta años, cuando los directivos tenían un empleo seguro y salario fijo, sólo con alguna pequeña prima. Pero hoy también se enfrentan a situaciones laborales más inestables, pueden ser despedidos con más facilidad. Y cuando uno se enfrenta a una situación frágil, la empresa le importa menos. Antes, los ejecutivos formaban parte de la empresa, podían elegir a sus sucesores. Había una continuidad, incluso una continuidad familiar, una relación fraternal.

¿Puede la crisis cambiar estas actitudes?

Puede haber cambios en las retribuciones de los ejecutivos. Puede ser una ducha de agua fría sobre todo el sistema, pero es pronto para decirlo.

¿Cuáles son los rasgos que deberían definir a los altos ejecutivos del futuro?

Deberían pensar en estar en las empresas durante más tiempo. No sólo un año como se plantea ahora, sino siete, ocho. Y si bien tienen que ser recompensados económicamente cuando las cosas van bien, tendrían que ser penalizados si van mal. Hasta ahora, sólo tenían la parte positiva y esto les ha llevado a asumir riesgos excesivos.

CONCLUSIÓN: ¿CÓMO HABRÁN SENTADO SUS PALABRAS A LOS ALTOS EJECUTIVOS DEL BBVA, PATROCINADOR DE ESTA CONFERENCIA? ¿Y A LOS ALTOS EJECUTIVOS TAMBIÉN DEL IESE?
EL SR. RATO NO PARECE DARSE POR ENTERADO, YA QUE SIGUE MUY PREOCUPADO POR SUS COMISIONES EN BANKIA....


domingo, 3 de julio de 2011

Ser uno mismo

El interesante artículo de Borja Vilasecà, Vivir sin Máscaras (El País Semanal, 3 de julio 2011), me ha hecho reflexionar, y eso ya es mucho.
El autor trata el peliagudo tema de ser uno mismo, en un mundo cada vez con más máscaras. Hay una serie de anotaciones bien interesantes para comentar y pensar un poco sobre ellas.
  • "En vez de mostrarnos auténticos, honestos y libres, solemos interpretar un personaje que es del agrado de los demás"
Es bien cierto. No ser honestos ni libres afecta a todo nuestro ser, a nuestra forma de pensar y actuar, tanto en la vida personal como en la profesional. Y la honestidad, la autencidad, debe ser la de cada uno, en la que cada unos de nosotros cree y defiende. Es decir, tan lícito es poder manifestarse en el ámbito laboral como creyente y seguidor de una determinada fe o iglesia, como la de poder manifestar que se es comunista, liberal u homosexual, sin que ello conlleve soportar las críticas y burlas de los demás. O lo que es peor, una infravaloración de las capacidades profesionales o llegar a ser despedido por ello. Y en ambos campos se dan casos a diario. Tan lícito, respetable y aplaudible es que en agosto quieran venir a Madrid jóvenes católicos de todo el mundo a reunirse con su guía espiritual, como lo son las manifestaciones de aquellos mismos jóvenes que no se sienten representados por esa espiritualidad. Tan lícito es aguantar los atascos y cortes de calles por las celebracioones de unos como por las celebraciones de los otros. Eso es vivir y con-vivir con los demás, en democracia y libertad.

Pero ese poder ser honesto y libre siendo cada uno tal y como es, tal y como piensa y cree, conlleva también otros dos aspectos importantes: lo que piensan de mi los demás cuando soy auténtico y la verdadera autenticidad y honestidad.

  • "¿Qué más da lo que piense la gente? La opinión de las otras personas solo tiene importancia si nosotros se la concedemos"
Es decir, me importará lo que opinen los demás en la medida en que esas personas son importantes para mí, aprecio su criterio, sus opiniones me aportan valor y me enriquecen. Soy yo quien les doy el poder para que sus opiniones tengan influencia sobre mi forma de ser, para que me juzguen y llegado el caso, me condenen o aplaudan. El vivir constantemente pendientes de las opiniones de los demás supone un desgaste psicológico tremendo, además de una manifiesta falta de confianza en uno mismo y de autoestima. Debemos aceptar que obremos de la manera que lo hagamos, siempre habrá gente a la que le guste, a la que no le guste y a la que le deje indiferente nuestro actuar.

En nuestra sociedad, cada día más se confunde la autenticidad y honestidad con la agresividad emocional y dialéctica, la falta de respeto hacia el otro y la falta de educación. Nos están enseñando que cuanto más gritemos las verdades a la cara del otro, envueltas en insultos y zafiedad, más auténticos somos y más honestos. Y ello no es cierto. Cuando demuestro mi disconformidad con la vista comentada más arriba de ese guía espiritual, haciéndolo con insultos y vejaciones, automáticamente me convierto en tan cavernícola como cavernícolas les llamo a ellos. Cuando insulto, desprecio e degrado a otra persona por su orientación sexual, me convierto en un ser tan zafio o más como a aquel al que trato de zafio. Y como decía aquel chico cuando en su instituto le insultaban: "decidme algo que no sepa".

Honestidad y naturalidad casan perfectamente con respeto y libertad. Y si siendo yo honesto y auténtico los de enfrente me insultan, el problema es de ellos, no mío. Y si no les considero a ellos en valor, ¿qué me importa lo que opinen? Y además, con la que está cayendo en ambos lados, como dicen el autor del artículo inspirador de este blog, "hoy en día ser uno mismo es un acto revolucionario".

Pues eso, a ser revolucionarios, que ya es hora.